Dr. Eduardo Cáceres Graziani
Padre de la Oncología Peruana
Eduardo Cáceres Graziani, chinchano, médico, fundador de la prestigiosa Escuela de Cancerología del Perú y gestor de la Institución que lleva su nombre. Amauta, Canciller de la Orden Hipólito Unánue, Gran Oficial de la orden Daniel A. Carrión; Premio Concytec, Premio Roussell, medalla Fundación Hipólito Unánue, Gran Cruz de la Orden Cayetano Heredia, Premio Athayde de la UICC; autor de 115 trabajos originales y coautor de 12 libros de la especialidad, miembro de 52 sociedades médicas alrededor del mundo y de 12 comités editoriales de revistas médicas internacionales. Regresó a su patria en 1952, y su figura iluminó la cirugía y la cancerología peruana por toda la segunda mitad del siglo XX, dirigiendo el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas por 33 años.
En 1949 es propuesto como médico asistente, siendo el primer latinoamericano en lograr formar parte del Staff del Memorial Hospital. En 1950 es nombrado Instructor en Cancerología en la prestigiosa Universidad de Cornell y durante ese año y 1951, como médico asistente del James Ewing Hospital de New York y consultante en el Memorial Hospital de Wilmington Delawere. En 1952 es propuesto y aceptado como médico permanente del Staff del ahora Memorial Sloan Kettering Cancer center de New York.
Con todo este brillante porvenir, Eduardo Cáceres deja todo y regresa al Perú a cumplir su sagrada misión que estaba marcada en la historia y fiel a sus principios, con una diáfana y modesta actitud, refiere: “George Pack influyó profundamente en mí con la idea que la cirugía del cáncer no es una técnica sino una filosofía que sólo se puede aprender en un hospital de cáncer”. Con esta idea acepta el ofrecimiento del gobierno peruano de esa época y se impone la tarea de reorganizar al Instituto de Cáncer que existía desde 1939 y formar el primer hospital exclusivamente para el tratamiento del cáncer del país. Con una dedicación patente y a tiempo completo Cáceres se impuso la tarea de reunir a algunos especialistas que trabajaban en el hospital y mandar formar en el extranjero a especialistas que necesitaba. El ingreso económico de sus consultas de la práctica privada, que lo realizaba en el mismo hospital era dedicado a incrementar el presupuesto del mismo instituto; implantó un sistema de adiestramiento y formación de especialistas a semejanza del residentado médico americano a dedicación exclusiva y tiempo completo, creándose así la primera Residencia Médica del país.
En un inicio y por muchos años esta residencia era de estilo piramidal, en el área de cirugía, el entrenamiento era de cuatro años, de los 9 médicos que ingresaban por concurso al primer año, sólo 4 terminaban su entrenamiento, y esta selección se basaba en el desenvolvimiento del médico residente durante el año. Se rotaba por todas las sub especialidades quirúrgicas. El residente que lograba culminar sus 3 años, escogía por puntaje a qué departamento quirúrgico iría en el cuarto año. Para el Dr. Cáceres esta competencia era garantía de la dedicación del médico en sus labores diarias tanto en la consulta como en los exámenes periódicos de conocimientos.
Lamentablemente este sistema de residentado piramidal fue abolido por presiones políticas y estudiantiles. Desde esa fecha más de 800 médicos del Perú y extranjero, cirujanos, médicos radiólogos, radioterapeutas especialistas en los diversos tipos de localización del cáncer han egresado del INEN y se encuentran en varias ciudades del país y extranjero con una sólida formación académica.
En mayo de 1961 ingresé por concurso a la Residencia de Cirugía del Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas de Alfonso Ugarte, fue ese año que conocí al Dr. Eduardo Cáceres como jefe del Departamento de Senos, Huesos y Tumores Mixtos y Director del Hospital. Era un hombre relativamente bajo, más bien delgado, con mirada penetrante y atenta a la vez, que se imponía por presencia, pese a su aspecto serio, que a algunos provocaba cierto temor reverencial, poseía un corazón amable, una gran sensibilidad y un ingenio a flor de labios que se ha plasmado en las famosas anécdotas en el trato con médicos y residentes.
Durante los años de residencia, se produjo un cambio radical en mi vida profesional y en las de mis compañeros de promoción, al participar de un trabajo duro, a tiempo completo, con una disciplina férrea, que no estábamos acostumbrados. Teníamos que estudiar, luchar, convivir para mantenernos en esa residencia de tipo piramidal, y sin notar llegamos a querer a nuestra institución, a ponerse la camiseta del INEN, y quien lideraba todo era el Dr. Eduardo Cáceres, quien además como director del hospital estaba al tanto de todo lo que acontecía y hasta de la dieta que recibíamos.
Terminado los 4 años de residencia en cirugía oncológica, tuve la oportunidad de concursar a una plaza vacante en el Departamento de Senos, Huesos y Tumores Mixtos, y al obtenerla el Dr. Eduardo Cáceres me dijo: para destacar y ser mejor especialista tienes que viajar al exterior a un buen hospital, y gracias a su influencia tuve la suerte de viajar al Memorial Cancer Center de New York y conocer con emoción a médicos como George T. Pack, Jerome Urban y pasar 6 meses con el Dr. Bernard Fisher en Pittsburgh, pionero de la cirugía conservadora en el tratamiento del cáncer de la mama.
Así como yo, muchos otros médicos de otras especialidades de la institución por intermedio del Jefe de cada departamento sub-especializado y el Dr. Cáceres eran enviados a diferentes centros sobre todo en los Estados Unidos, para fortalecer los conocimientos en estos centros afamados. Esta cualidad del Dr. Cáceres de ver más allá de su ámbito personal, esperaba uno o dos años para que el médico que regresaba a su unidad, fortaleciera más la calidad y prestigio de la Institución.
El Dr. Eduardo Cáceres era un cirujano multifacético, creador de nuevas técnicas, algunas de las cuales perduran a la fecha, pero dentro de su práctica quirúrgica tenía especial preferencia, por el cáncer de la mama, era su encanto.
A mi ingreso en el departamento de Senos Huesos y tumores Mixtos, ya trabajaban con el doctor Cáceres la Dra. Magda Lingán y el Dr. Manuel Luna Becerra, incansables trabajadores discípulos del Dr. Cáceres, médicos de quien guardo un gratísimo recuerdo por los años trabajados juntos.
El tratamiento del cáncer de la mama en los 50 y 60 era eminentemente quirúrgico, basado en los conceptos radicales de Halstead; Cáceres lideraba en Latino América esta corriente, tanto en casuística como en tratamientos integrales del cáncer de la mama. Debido al prestigio del Dr. Cáceres, en Moscú en 1962, Lima fue elegida como uno de los cinco centros mundiales para el estudio prospectivo de comprobar si la cirugía ultraradical del cáncer de la mama (extirpación además de los ganglios de la cadena mamaria interna) propuesta por Urban, era superior a la Mastectomía radical clásica de Halstead. El INEN participó con 304 casos. Los resultados finales fueron publicados en 1983, a los 10 años de seguimiento comprobándose que no había diferencia en la sobrevida en estos dos tratamientos, motivo por el cual se abandonó la cirugía Ultraradical.
En 1990 se publica una serie personal de Cáceres de 653 casos de cáncer de mama desde 1952 a 1976 en donde comprueba una sobrevida total del 60 por ciento a 10 años, sin tratamientos adyuvantes.
Durante muchos años en las reuniones científicas mundiales, Cáceres era un obligado invitado y el Instituto de Enfermedades Neoplásicas era considerado el mejor Centro de Cáncer de América Latina. Los estudios protocolares sobre melanoma maligno, tumores óseos, partes blandas cáncer de mama realizados en el INEN formaba parte de los estudios cooperativos de prestigiosos centros europeos y americanos.
Paralelamente a su labor científica, como Director, Cáceres se encontraba abocado a la construcción del nuevo hospital, que se consiguió después de muchos años de lucha y dedicación, felizmente el nuevo Instituto de Enfermedades Neoplásicas sito en la Av. Angamos (Primavera) se construyó y se inauguró en 1988, cuando el Dr. Cáceres ya había dejado después de 33 años la Dirección del Hospital y la jefatura del Departamento de Senos, Huesos y Tumores Mixtos en Alfonso Ugarte. Durante la inauguración no se puede pasar por alto el aplauso por más de 5 minutos que se le brindó al maestro, al pionero del cáncer en el Perú, por su obra del nuevo hospital, con toda la concurrencia de pie.
El Dr. Eduardo Cáceres nunca se jubiló, al dejar la dirección del hospital, pasó a dirigir el Centro de Investigación en Cáncer, y en la nueva sede se hizo cargo de la dirección del Instituto “Maes Heller” dedicado a la investigación en cáncer.
Cáceres sabía que para que exista una verdadera política de prevención en cáncer se debía contar primero con un archivo de historias clínicas, para conocer la evolución, datos epidemiológicos y resultados de tratamientos realizados, motivo por el cual desde 1952 él implantó la obligatoriedad de realizar una buena historia clínica, que era revisada por un comité y que sirvió y sirve hasta la fecha para la revisión de la casuística nacional de cáncer.
Esta biblioteca de historias clínicas se implementó con otro sueño del doctor Cáceres, el realizar el Registro de Cáncer de Lima Metropolitana, cuya edición última fue publicada y entregada por el Dr. Cáceres en el año 2004, cuando contaba con 90 años de edad. Eduardo Cáceres fue fundador de la Universidad Cayetano Heredia, profesor principal de Cirugía hasta 1987, dedicó gran parte de su tiempo en la enseñanza del capítulo de mama a todos sus alumnos. En 1997 la Universidad Cayetano Heredia lo incorporó como Profesor Emérito y en el año 2000 le otorgó la condecoración de la Orden “Cayetano Heredia” en el Grado de Gran Cruz en reconocimiento a su brillante trayectoria académica de investigación y su notable contribución al progreso y engrandecimiento de la Universidad.
Con actitud modesta, de humildad, cualidad de hombres grandes, Cáceres nunca buscó el protagonismo, aceptaba simplemente las condecoraciones y elogios.
Fue merecedor del primer premio otorgado por Roussell en 1965, la Medalla de Oro en Cirugía en 1986, el Bisturí de Oro de la Academia Peruana de Cirugía en 1990, Premio de la Academia de Ciencia y Tecnología en 1993, la “Orden de Amauta” una alta distinción dada por el Ministerio de Educación en 1998, Gran Oficial de la Orden Alcides Carrión. En Julio del año 2000, la Unión Internacional contra el Cáncer le otorga el premio Múcio Athayde, consistente en $100,000,00 dado por primera vez a un latinoamericano, por su creatividad, iniciativas en la prevención y estudio del cáncer y en la colaboración institucional con el registro de cáncer. Cáceres utilizando el premio económico otorgado, lo dona para fomentar el entrenamiento de médicos en becas y estudios de investigación en cáncer.
Desde el año 2005 el Instituto de Enfermedades Neoplásicas lleva su nombre, un merecido y justo homenaje en vida a este ilustre personaje, padre de la cancerología peruana, y como dice Gibran, la luz de las estrellas que se han extinguido hace años, todavía nos alcanza, igual que los hombres ilustres que han muerto, las radiaciones de su personalidad nos seguirán alcanzando. Descanse en Paz, Maestro.